viernes, 30 de diciembre de 2016

MEDITACIÓN CCCLXVI (31 DE DICIEMBRE)



MEDITACIÓN CCCLXVI 
(31 DE DICIEMBRE)   

Sobre el verdadero ayuno.




Punto 1°.- El verdadero ayuno es el que se refiere a Dios, y al cual nos sometemos, no por costumbre y por hábito, sino por un deseo sincero de mover su misericordia, de aplacar su justicia y obtener sus favores y sus gracias. ¿Habéis ayunado en mi honor y por amor mío? ¿Habéis ayunado para ? Decía a su pueblo por el profeta Zacarías. ¿No os habéis contentado con una simple exterioridad de devoción en que vuestro corazón no tenía parte ninguna?     
 
Punto 2°.- El verdadero ayuno es el que está acompañado de la oración y de las obras de misericordia. Señor, decían en otro tiempo los israelitas, nosotros hemos ayunado y no os habéis dignado mirarnos. No os sorprendáis, les respondió el señor por el profeta Isaías, es que en ése mismo día de vuestro ayuno, pensabais también en satisfacer vuestras pasiones. El ayuno que yo apruebo y que he escogido, consiste en romper todos los lazos de la iniquidad, y en participar de su pan con el que está devorado por el hambre.   


Oración Universal 
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.   

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.

jueves, 29 de diciembre de 2016

MEDITACIÓN CCCLXV (30 DE DICIEMBRE)



MEDITACIÓN CCCLXV
(30 DE DICIEMBRE)

De la ley del ayuno.




Punto 1°.- El fin general de esta ley es la mortificación de la carne. Pero: esta mortificación tiene tres efectos subordinados que hacen esta ley infinitamente saludable. Ayunad, dice San Crisóstomo: 1°. Porque habéis pecado: Jejuna, quia peccasti; es una satisfacción que debéis a la justicia divina a quien habéis ofendido; 2°. Para no volver a pecar: Jejuna, ut non peces; es una precaución que debéis tomar para sustraeros al imperio de los sentidos y para acostumbraros a vencer los deseos de la carne; 3°. Para atraer sobre nosotros las gracias del cielo: Jejuna, ut accipias; este es un medio de obtenerlas.   
 
Punto 2°.- Nos dispensamos con demasiada facilidad del ayuno. Es verdad que puede dispensarse; mas ¿cuán necesario es que la necesidad sea verdadera para que la dispensa sea válida? No depende de los hombres el cambiar en la tierra lo que el Señor ha ordenado en el cielo. Pensad que esta necesidad, verdadera o falsa, será un día pesada en la balanza de su justicia y cuanto peso cargará vuestra conciencia, si ni estaba fundada más que en una vana delicadeza o de algunos temores imaginarios.  


Oración Universal 
Para servir de preparación a la lectura de esta obra (rezar diario al término de cada meditación).

Dios mío, yo creo en vos, fortificad mi fe; espero en vos, asegurad mi esperanza; os amo, redoblad mi amor; me arrepiento de haber pecado, aumentad mi arrepentimiento. 

Yo os adoro como a mi primer principio, os deseo como a mi último fin, os doy gracias, como a mi perpetuo bienhechor, y os invoco como a mi soberano defensor. 

Dios mío, dignaos arreglarme por vuestra sabiduría, sostenerme por vuestra justicia, consolarme por vuestra misericordia y protegerme por vuestro poder

Yo os consagro mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, a fin de que de ahora en adelante no piense sino en Vos, no hable sino de Vos y no sufra sino por Vos. 

Señor yo quiero lo que vos queréis, porque vos lo queréis, como vos lo queréis y por el tiempo que vos lo queréis. 

Yo os suplico que ilustréis mi entendimiento, inflaméis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma. 

Dios mío, ayudadme a expiar mis pecados pasados, a vencer las tentaciones venideras, a corregir las pasiones que me dominan y a practicar las virtudes que me convienen. 

Llenad mi corazón de ternura por vuestras bondades, de aversión por mis culpas, de celo para con mi prójimo y de desprecio por el mundo. 

Que yo procure, ¡Oh Señor! Ser sumiso para con mis superiores, caritativo con mis inferiores, fiel con mis amigos e indulgente con mis enemigos. 

Venid a mi socorro ¡oh Dios mío! para poder vencer la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la limosna, la ira con la dulzura, y la tibieza con la devoción.  

Dios mío, hacedme prudente en las empresas, animoso en los peligros, paciente en las adversidades y humilde en la prosperidad. 

No permitáis que olvide nunca el juntar la atención en mis oraciones, la templanza en mis comidas, la exactitud en mis empleos y la constancia en mis resoluciones. 

Señor, inspiradme el cuidado de tener siempre una conciencia recta, un exterior modesto una conversación edificante y una conducta regular. 

Que yo me aplique sin cesar a dominar la naturaleza, a secundar la gracia, a guardar la fe y a merecer la salvación

Dios mío, descubridme cuanta es la pequeñez de la tierra, la grandeza del cielo, la brevedad del tiempo y lo largo de la eternidad.   

Haced que me prepare para la muerte, que tema vuestro juicio, que evite el infierno y que obtenga en fin la bienaventuranza por Jesucristo Nuestro Señor.